Historias que te hacen SOÑAR: cap 17

18 febrero 2010

cap 17

5:32:00 p. m. |

Creado por Lara Karou Duchannes |

Creo que es hora de hablar con Nando. Llamo a Nando, al principio no me responde, se limita a dejar sonar el móvil. Le vuelvo a llamar, oigo una melodía conocida desde la terraza. Justo cuando me lo coge, la melodía deja de sonar.

-¡Nando!

-Nadia... -he colgado; Nando está en mi portal. Pero le hago subir por mi escalerilla, imaginate al pobre Nando subiendo por una escalerilla como la de los helicópteros, cortesía de mi padre desde hace 5 años. La gente ya no suele mirarla, todavía hay gente que se sorprende cuando la tiro para escaparme o para que suban mis amigos. Pero es tarde y solo hay cuatro personas, la mayoría son pokerillos borrachos, hay pocas chonis.

-Has venido a mí, Romeo. -bromeo.

-Claro, extraña Julieta. -me mira triste pero sonriente.

-Bueno dejemos las bromas. ¿Qué ha pasado?... -llora, se derrumba delante de mí. -Nando...

-Me duele. Necesito que me ayudes, sálvame de este dolor que llevo en el pecho...

-Pero... ¿Qué ha pasado? Os llevábais bien, ¿por qué este cambio?

-Porque mis sentimientos han cambiado. Ya no puedo verla como mi novia, es demasiado... Es como una hermana pequeña. Quiere caprichos y mimos y yo, con mi trabajo, no puedo conseguir todo lo que quiere. Y sino lo consigo se enfada y... Ya no es como era. No me gusta el cambio que ha tenido.

-Pero... Sois pareja desde... hace más de tres años.

-Pero ha cambiado. Y el otro día, le pillé con otro chico. Juntos, besándose, ese beso nunca me lo ha dado a mí. -no puede ser, sé que Vero no es así.

-¿Estás seguro?

-Claro que lo sé. Como que luego no lo negó. -mi amiga me ha mentido. De repente, Altair llora. Intento reprimir mi instinto de madre pero Nando me da permiso para ir. Vuelvo con el chico que, se ha tumbado en la cama. Parece que descansa en paz, en realidad está despierto, pero yo no me doy cuenta y vuelvo al salón, donde doy de mamar al bebé. Lo hago sin ningún pudor y, sin darme cuenta, entra en la sala. Parece tan tranquilo y calmado... como si fuera una tormenta a punto de estallar.

-¡Qué felices son los niños!

-Me has asustado. La verdad es que sí, se conforman con cualquier cosa. Cuando crezca ya no se conformará con tan poco.

-¿Sabes si Isma volverá a por ti?

-No lo sé. Mi corazón lo desea y anhela pero, no creo que pueda.

-Y... Sé que esto es muy atrevido pero... ¿Qué te parecería si te ayudase a criarlo?

-No hace falta que hipoteques tu vida. Por ahora nos sirve.

-De acuerdo.

-Además, me han cogido en un trabajo que me encanta.

-¿Cuál es?

-De dibujante. Me encanta hacer retratos y paisajes, y, como se me da bien, pues ganaré un buen dinero.

-Eso espero.

-Bueno la verdad es que soy retratista privada. Tengo que ir a las casas a retratar y dibujar lo que ellos me pidan pero tendré mucho curro.

-Ya es hora de irme. Empiezo a trabajar a las 20 h.

-Vale. Espera y te acompaño.

-No hace falta.

-Da igual, no pasará nada.

-Bueno. -dice con tono cansino. -Por cierto, ¿podrías dejar la escalera puesta? Por si te necesito.

-Vale. -río. -Siempre estará puesta para cuando lo necesites.

-No me acompañes. Puedo yo solo.

-Vale. -digo enfurruñada. -Empezaré mañana con el trabajo, así que, porfa, no me busques por las mañanas.

Se depide con la mano. Yo la verdad estoy cansada pero cuando doy media vuelta, Altair está andando, lo grabo con el móvil, le hago fotos. Y se me ocurre una idea. Le mando el video a Isma, en el que pongo: "Mira todo lo que ha crecido tu hijo." Le doy a enviar. Creo que ya no puedo seguir esperándole más; le quiero pero ya no puedo esperar. Tanto su hijo como yo le necesitamos.

Al día siguiente, me toca ir a un pequeño palacete donde me recibe el mayordomo.

-Buenos días. Vengo a hacer el encargo del señor Barceló.

-Sígame, señorita. -vamos hasta una sala lujosa y grande, allí me espera un hombre y una mujer; él es delgado, de ojos oscuros y castaño, lleva un poco de barba para dar más volumen a su cara; ella es rubia, ojos casi morados, serán lentillas(?), morena, tirando a ser Pavarotti. Me habla ella:

-Hola niña.

-Buenos días.

-¿Eres tú la que tiene nuestro encargo?

-Claro, señora. -sus ojos no son lentillas pero tampoco morados sino un azul oscuro como boca del lobo. -¿A quién debo retratar?

-A mi hijo, Adrián. Hijo acércate, saluda a la muchacha. -un chico fibrado, bajito, medirá entre 1,50 y 1,70. Daros cuenta que yo mido casi 1,80, por eso digo bajito. El muchacho me mira extrañado. Sus ojos azules oscuros, como su madre, el pelo castaño claro, casi diría que chocolate con leche. -Y a su prometida, Dahlia.

Me suena ese nombre.

¿Quién será Dahlia? ¿Podrá Nadia cumplir su sueño?